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Pablo C. ha escrito para el concurso de Cuentos de Taxi Libre
Este es uno de mis relatos, escrito hace algunos años, cuando tenia un poco mas de dos años de taximetrista.
Aún no lo he corregido, y no creo que lo haga, por que quizás pierda su esencia.
Sin Destino
Así es gran parte del día de nosotros, los que tenemos como trabajo conducir un auto.
Esas doce largas horas del día, recorremos la ciudad de un lado a otro y la mayor parte del tiempo lo hacemos acompañados de nuestros amigos inseparables, las radios y el volante.
Son muchas las horas que tenemos para estar con nosotros mismos, pensar en tantas cosas, analizarnos, extrañar, recordar viejos tiempos, esperar que algún pasajero nos lleve cerca de casa, de algún familiar o amigo, para poder bajar un momento del auto y compartir con alguien una conversión, de un mate, un vaso con agua y no estar tan solos.
En mi caso, en las horas que estoy solo con mis amigos, la radio de música me acompaña y disfruto de ella, la música es algo fantástico, es un lenguaje especial, no importa que sus letras sean cantadas en un idioma que no entiendo, es simplemente eso, un lenguaje particular que me hace emocionar, la otra radio, me informa, además de ser un voz real.
Cuándo sube un pasajero, pienso rápidamente en varias cosas, ¿será un buen viaje, con que humor vendrá, a dónde me llevara?
Si el viaje es bueno, significa que será largo, aquí me alegro por dos razones, una porque será bueno en lo económico y lo otro, es que estaré acompañado y a dónde iré, desearía que sea algún lugar bonito de la ciudad, que no haya gente que para comer tenga que tomar las calles como trabajo, hacer todo tipo de cosas, desde lavar parabrisas, hasta hacer malabares, todo por una simple moneda.
La verdad que me apena y angustia ver esas personas que están todo el día tratando de mantener una sonrisa, soportar esas miradas de desprecio de algunos que se creen señores porque conducen un bonito auto, o la señora que tiene temor de que sus sucias manos le toquen su auto.
Pero lo que más me deprime, es ver a esos niños que los veo hasta en las noches, solos, desprotegidos, con hambre, mal vestidos, marginados, sin derechos y con la obligación de sobrevivir en esta sociedad hipócrita, que solo ve por ellos y los suyos.
Por momentos también soy hipócrita, por que al no tener más monedas y no soportar ver a esa gente con esa pobreza económica y espiritual, ni hablar de esas caritas sucias de esos pequeños que lo único que saben es vivir de la caridad, y que tienen que llevar dinero a casa para no ser castigados por sus progenitores, por que solo esos son, seria demasiado generoso llamarlos padres, es cuando me dirijo a esos barrios bonitos donde solo se ven lindas casas, gente bien vestida y escapar a esa realidad que yo no puedo cambiar.
En cuanto al pasajero, muchos de ellos creen que en ves de ser usuarios de un servicio publico, son grandes empresarios que viajan en su auto diplomático con su chofer personal, todo lo que les oigo decir, es, lléveme a tan dirección, para que describirlos, si se resume todo a la cara de un perro cuando ve a un desconocido, una estatua seria más simpática.
Están los otros que se sientan en el asiento de atrás marcando distancia, y cuando le deseo un buen día, me responden del mismo modo, dejando escapar una sutil sonrisa, pero no va más de ese dialogo, y están los otros que son los que me gusta llevar, estos son lo que me alegran el día, con ellos hablo de todo de lo que se y lo que no presto atención.
*Por supuesto no faltan las bromas y chisten, o frases con doble sentido, es cuando nace una confianza mutua, es cuando aparecen las flores y los palos.
Las flores, como hace para tener tan buen humor, por que la verdad, no lo tome a mal, pero sus compañeros, hay cada uno que mejor ni le cuento. Otra flor, vio lo que hizo esa mujer, seguro el marido le compro ese lindo auto, pero lo único que pueden manejar, es a él y el lavarropa, después, otro palo, sabe que, el otro día, un compañerito suyo me hizo bajar del auto para que me subiera en el de él, y sabe lo que me dijo, que el venia haciendo punta y el viaje le corresponde.
Sabe que, después que me explico lo que es venir en punta, ese es un bandido, porque el tomo la avenida en la cuadra anterior, en cambio, el pobre muchacho le cedió el viaje con cara de culpable. Con usted que es tan simpático puedo hablar. Sus compañeros, no piensan en nosotros, que nada tenemos que ver con sus reglas de trabajo, con que derecho este bandido hace que baje de un auto para subir en otro, porque me tengo que mojar, si yo solo quiero llegar a mi casa, pago un servicio que no es nada barato por necesidad y me encuentro con un bandido que me hace perder tiempo y todavía me mojo. Sabe que, me sentí como un pez, toda mojada encerrada en una pecera, por que la verdad que esto de la mampara, lo que menos hace es darle seguridad. Pero no muchacho que seguridad, si como fuera poco todo los percances, el tal profesional del volante parecía que iba a buscar a la partera, frena y arranca, frena y arranca, no te quiero exagerar, pero me golpeo como tres veces la cara contra esta bendita mampara, que no sé de que los protege, tu sabes que los roban por los vidrios de las ventanas de las puertas delantera... Pero no muchacho, para subir a los taxis tenes que hacer un curso de contorsionista.
Tu te reirás de lo que te voy a contar, sé que estoy con uno kilos de más, ¿algunos? bueno, digamos que son algunos sí; viaje desde aquí hasta Carrasco con mi marido, que más o menos es de mi cilindrada, digiera mi hijo, en un Fíat de los chiquitos.
Te cuento, para subir, digamos que fue rápido, el problema fue encontrar acomodo, imagínate, íbamos con las rodillas contra la mampara, que todavía como si fuera poco tapizada con fieltro, los pies marcando las 10 y 10, para que te hagas una idea, bajamos con las rodillas raspadas, los tobillos doloridos, transpirados hasta los ojos y como si fuera poco tu compañero no tenia cambio. Te has puesto a pensar que pague un viaje carísimo para viajar en una pecera, pero el muchacho que nos llevo era muy simpático y atento, como tu.
Sé dan cuenta porque estos son los pasajeros que me alegran el día, esta es una de tantas anécdotas, obvio que todas no son buenas, como ya lo he mencionado también hay de la otras, esas, las dejaré guardadas en mi memoria, si contaré alguna anécdota que tiene un poco de todo.
Para mí, los mejores pasajeros, son esas personas que en su apariencia de ingenuidad, mal carácter y para muchos son sinónimo de molestia o carga.
Estas personas también son de diferente nivel económico y cultural, pero en todos los casos tienen algo en común, la experiencia de vida, esto les da una sabiduría que sólo ellos poseen, les hablo de esas personas que en sus miradas profundas se observan tantas cosas, paz, dolor, comprensión,
tranquilidad, ternura, que pena que la vida sea tan injusta, cuando realmente estamos listos para disfrutar de ella, nos queda poco tiempo, porque necesitaremos tantos años para aprender a vivir.
Entiendo que vivimos en un mundo acelerado, pero estas personas están aquí y forman parte del equilibrio social, cuanto tiempo se pierde con un pasajero que lleve un bastón, o que en su apariencia se refleje que el tiempo a pasado por él.
La mayoría viajan por necesidad, algunos salen a pasear, otros lo hacen para ir al medico y están los otros que lamentablemente viajan a esos lugares que son depósitos de personas de la tercera edad, estos lugares lucen bonitos, todos prometen buen trato y excelente atención, en algunos realmente es así, pero lo cierto es que en esos lugares se respira soledad, tristeza y un gran vació.
Es cuando estas personas pierden su esencia de ser humano, el brillo de sus ojos, la alegría de su rostro, además se sienten culpables de ser una carga, olvidándose de que tienen derechos y lo poco o mucho que han logrado se lo merecen, y no es justo lo que hacen con ellos, en pocas palabras están muertos en vida.
Quisiera poder expresar literalmente lo que dicen los ojos de estas personas que perdieron su libertad sin cometer ningún delito que la justicia pueda juzgar, su único delito fue llegar a viejo, no coordinar como los demás quieren, perder motricidad, necesitar la misma atención que nos han brindado con todo el amor cuando no éramos capaces de valernos por nosotros mismos.
Estas personas podrán guardar silencio, pero sus ojos dicen mucho más de lo que puede decir su boca, basta con acercarse y darles un abrazo para sentir su grito en silencio, que se resume en una lágrima acompañada de una sonrisa, para agradecer ese pequeño gesto que para ellos es como un regalo del cielo.
En fin, se dan cuenta que este trabajo no es tan fácil como se ve, todavía creen que lo que hacemos es pasear, escuchar música y recrear la vista.
Pero todo no es melodramático, también hay maduras, puedo contar alguna, les contare una historia con una señora, ella unos años más que yo, ¿dónde sube?, en la Ciudad Vieja, hora? entre las cuatro y cinco de la mañana, algo raro, viaja en el asiento de adelante, muy simpática y atenta,
Bueno, en síntesis, viuda, con dinero y no tenia apuro por llegar a su destino.
¿Qué han pensado? Les cuento el resto, mejor le explico los detalles, a donde la lleve, a una mutualista, explica lo de la hora verdad? ¿Porqué viaja adelante? tenia un yeso, lo del dinero, su difunto esposo le dejo una buena jubilación, porque subió en la Ciudad Vieja?, como tiene problemas para ver se paso de parada, no creerán que es enfermera, n?, tenia que hacerse un enema, y si es un poco mayor que yo, para que se hagan una idea, era la abuela de Artigas.
Esto es una pequeña historia para cambiar de clima, si hice este viaje con una señora a ese lugar. Hablamos de muchas cosas, y le gusto el trato que tuve para con ella, de echo me obsequio una rosca de masa de hojaldre rellena con dulce de membrillo, que estaba exquisita, acotando que le dio mucho gusto viajar conmigo por ser amable y respetuoso.
Esta señora pertenece al tercer grupo de mí catalogo de pasajeros, basto con oírla con atención para darme cuenta que sus grises cabellos estaban cargados de experiencia y sabiduría, y que en cada una de sus arrugas guardaba sus vivencias, vivencias lindas y de las otras, pero las que resaltaban eran las alegrías, que se reflejaban al costado de sus ojos cuando me regalo esas sonrisas espontáneas, luego de alguna de mis bromas.
No sé cuál es su nombre, y quien sabe si la volveré a ver, pero ha dejado en mi una frase que no sé si fue un deseo o una frase filosófica, lo cierto que la menciono con toda sinceridad y de corazón, me miró a los ojos y dijo,” nunca te des por vencido, lo bueno siempre llega, solo lo tienes que aprovechar, disfrutarlo y compártelo”, acompañada de una mirada tierna y profunda, y con una sonrisa que solo estas personas pueden regalar.
Que diferencia entre esta persona y otra que conozco y quiero, lamentablemente perdió su libertad, y esta en estos depósitos de personas, gracias a que su salud o..., le jugaron una mala pasada, la primera de ellas conserva el brillo de sus ojos, toma sus decisiones, se siente útil, vive en su habita, en fin, es libre, respira aire puro.
En cambio la otra, que no quiero mencionar su nombre, ha trabajado toda su viva como una esclava, vivió solo para una persona, nunca tuvo demasiadas ambiciones, su única ambición fue hacer todo lo que estuvo a su alcance para ver feliz a su descendiente, en pocas palabras dejo de ser mujer para ser madre, hasta que la vida le quito su libertad.
Hoy, esta recluida en ese lugar triste frío y vació, padeciendo demencia senil, ellos creen que esta ausente de este mundo cruel e hipócrita, por su mirada perdida y su andar lento, pero su mirada y tristeza que refleja su rostro angelical, demuestra que esta más presente que en sus jóvenes años, y aunque ellos crean que su mente esta ida, sus pensamientos tienen un destino, ellos miran al cielo, esperando que su alma se reencuentre con quien la amo hasta sus últimos días y ella eligió para compartir su vida.
Con todo el respeto como tu te mereces, brindo por ti Viejo.
Nota: Esta persona nos ha dejado hace un año y medio, se ha reencontrado con su viejo.
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